Históricamente, la industrialización ha demostrado ser un motor crucial del crecimiento económico, y solamente unos pocos países han pasado con éxito de un crecimiento de bajos ingresos a uno de altos ingresos sin una política centrada en la industrialización. El ODS 9 "Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación" reconoce el importante rol del sector manufacturero en el desarrollo de un país.
El estallido de la pandemia del COVID-19 en 2020 desencadenó la peor recesión mundial en 70 años, con una pérdida estimada de 255 millones de empleos de tiempo completo. El Informe sobre el Desarrollo Industrial (IDR, por sus siglas en inglés) 2022 de la ONUDI1 identifica un claro patrón de resiliencia que surgió durante la crisis del COVID-19: aunque las economías industrializadas sufrieron pérdidas de producción del 3,9% en promedio, esta cifra fue casi el doble para las economías emergentes y en desarrollo (7,7%). Evidencia empírica del IDR 2022 confirma que el impacto de la pandemia fue menos grave para los países con capacidades industriales superiores a la media, según el Índice de Rendimiento Industrial Competitivo (CIP, por sus siglas en inglés)2. El mensaje es claro: las capacidades industriales son importantes no sólo para el desarrollo en general, sino también para la solidez de un país frente a la crisis.
México, la segunda economía más grande de América Latina y la tercera en términos de población, ocupó el puesto 20 en el índice CIP en 2019, y es la economía manufacturera más competitiva de la región de ALC. La liberalización del comercio ha sido el principal motor de la economía mexicana desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, y el producto interno bruto (PIB) real del país casi se ha cuadruplicado desde entonces. La industria manufacturera desempeña un papel crucial para la economía de México, representando el 18% del PIB en 2021. Esto es en gran parte atribuible a las empresas manufactureras -predominantemente de Estados Unidos- que trasladaron gradualmente sus actividades de producción a México en las últimas décadas.
A pesar de que México ocupa un lugar destacado en el índice CIP, además que es uno de los socios comerciales más importantes de Estados Unidos y que es receptor de inversiones de grandes empresas multinacionales, el país sigue luchando con desafíos estructurales específicos, que se agravaron aún más durante la pandemia. México cayó seis posiciones en el SDG-9 Industry Tracker (Monitor de la industria del ODS 9, en español) entre 2000 y 2019, y actualmente ocupa el puesto 30 de 132 economías. Esto refleja una cambio en la tendencia de todas las dimensiones clave cubiertas por el SDG-9 Industry Tracker, a saber, el valor agregado manufacturero (VAM), el empleo manufacturero, la sofisticación tecnológica de la producción manufacturera y el desempeño ambiental del sector manufacturero.
Además, el PIB de México se contrajo un 8,4% en 20203, las exportaciones y las importaciones se redujeron un 9,5% y un 15,9%, respectivamente, y la tasa media de desempleo aumentó un 4,4%.4. La tasa de subempleo en 2020 alcanzó el 16,3%, y la tasa de informalidad laboral subió al 54,4%. La pobreza y la pobreza extrema aumentaron en un 2% y 1,5%, respectivamente, entre 2018 y 20205.
La recesión de 2020 desencadenada por el COVID-19 ha exacerbado algunos de los desequilibrios y retos estructurales imperantes en la economía mexicana. Las restricciones impuestas en todo el mundo para contener la propagación del virus alteraron gravemente las cadenas de valor mundiales. El sector industrial de México se vio muy afectado por la falta de acceso a los insumos y bienes intermedios necesarios para la producción manufacturera (el 75% de todos los insumos intermedios utilizados en la producción son importados). Actualmente, el 66% del valor añadido de la industria manufacturera descansa en menos de 30,000 unidades de producción (de un total de casi 5 millones de unidades de producción en México), la mayoría de las cuales emplean a más de 250 trabajadores y tienen fuertes vínculos con otras actividades económicas y el comercio internacional.
Según el INEGI, 1 millón de empresas que emplean a 12 millones de trabajadores se vieron obligadas a cerrar durante la pandemia. A pesar de que la economía se recuperó a mediados de 2021, 400,000 empresas aún no habían reabierto, lo que supone un retroceso de cuatro años en el número de empresas operativas en México. Las medidas de contención del COVID-19 y el posterior cierre de empresas provocaron además una reducción de los flujos de inversión. Las inversiones cayeron al 17,8% del PIB en 2020, un nivel sólo observado durante las crisis de 1995 y 2009. No hay crecimiento sin inversión, y esta disminución de los flujos de inversión obstaculizó el crecimiento del PIB de México; mientras que México reportó una tasa de crecimiento del PIB del 2,5 por ciento entre 1990 y 2018, esta sólo fue del 1,5 por ciento a finales de 2021.
El brote del COVID-19 y las medidas introducidas para controlar la propagación de la infección interrumpieron no sólo las cadenas de valor mundiales, sino que también tuvieron un efecto negativo en el principal motor para generar crecimiento económico en México. Esta situación se vio agravada, en primer lugar, por la ausencia de un programa de reactivación similar al implementado en otros países de la región y, en segundo lugar, por la ausencia de una estrategia de política industrial como la llevada a cabo por economías desarrolladas, incluyendo Alemania, la República de Corea, China, Estados Unidos y Francia.
La relativamente baja resiliencia del sector industrial de México parece reflejar la conclusión del IDR 2022 de que la resiliencia de un país y su ecosistema industrial depende de dos subconjuntos específicos de capacidades: (i) la robustez para resistir, absorber y acomodar crisis en el corto plazo; y (ii) la preparación para adaptarse, transformarse y recuperarse en el mediano plazo. Las capacidades de robustez de las empresas mexicanas se vieron afectadas principalmente por la falta de disponibilidad nacional de recursos y tecnología, así como por un grado de redundancia en las cadenas de suministro (por ejemplo, el acceso a múltiples y diversificadas fuentes de insumos).
El IDR 2022 también resalta el hecho de que tres importantes megatendencias configurarán el panorama post-pandémico: (i) la digitalización y la automatización de la producción; (ii) el desplazamiento del poder económico mundial hacia Asia, y (iii) la ecologización industrial. Aunque la pandemia ha tenido un grave impacto en la economía mundial, no influirá fundamentalmente en estas megatendencias en curso6. Las megatendencias ofrecen nuevas vías para la trayectoria de desarrollo industrial de México, pero al mismo tiempo exigen el desarrollo de nuevas estrategias y políticas para capitalizar las oportunidades potenciales que las megatendencias abren en términos de creación de capacidades digitales y de absorción, fomentando la resiliencia económica a través de la diversificación, e invirtiendo en tecnologías que desvinculen el desarrollo industrial del daño medioambiental.
El gobierno de México ha dado pasos alentadores en esta dirección. Un ejemplo es la colaboración entre la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, la ONUDI y ONU-Hábitat en el llamado "Atlas Prospectivo Territorial-Industrial para la Atracción de Inversiones", que fue presentado por el Secretario de Relaciones Exteriores en noviembre de 2021, con el objetivo de convertirse en una herramienta para la reactivación económica del país. Este esfuerzo es un enfoque innovador para impulsar las inversiones en regiones específicas, enfocándose en sectores industriales clave que tienen el potencial de atraer inversiones, potenciando así el desarrollo económico, social, ambiental y urbano de México.
Además, la Secretaría de Economía ha establecido un foro de diálogo con el sector industrial, particularmente con la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos (CONCAMIN). Los resultados de los esfuerzos de la Secretaría de Economía para alinear los objetivos de los diferentes actores públicos y privados fueron presentados en septiembre de 2022 a través de la estrategia "Hacia una política industrial". Esta estrategia, que también se basa en las medidas de innovación industrial llevadas a cabo en economías líderes, tiene como objetivo lograr un crecimiento incluyente basado en cuatro ejes transversales: (i) industrias sostenibles; (ii) innovación y actualización tecnológica; (iii) promoción de contenido regional, y (iv) capacitación y desarrollo de habilidades. Las iniciativas puestas en marcha en los cuatro ejes se dirigen específicamente a cinco industrias que desempeñan un papel especialmente relevante en la economía y el mercado laboral actual y futuro: (i) agroalimentación, (ii) electromovilidad, (iii) electrónica, (iv) servicios médicos y farmacéuticos, y (v) industrias creativas. La estrategia "Hacia una política industrial" representa un paso en la dirección correcta al proporcionar un camino claro para aumentar la competitividad de México y hacer que el país sea más resiliente.
Descargo de responsabilidad: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores, basadas en su experiencia y en investigaciones previas, y no reflejan necesariamente las opiniones de la ONUDI (leer más).