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Mujer ingeniera en el interior de una planta de producción. (Imagen: Coffeekai vía Twenty20)

¿Por qué es importante adoptar un enfoque que incluya el género en la Economía Circular?

La economía circular debe tener en cuenta la perspectiva de género para cerrar las brechas y superar las barreras garantizando una transición justa para todos.

Por Manuel Albaladejo, Virginia Arribas, Paula Mirazo

La Agenda de Desarrollo 2030 a través de sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establece el objetivo de "poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar la vida y las oportunidades de todos, en todas partes". La consecución de los objetivos de la Agenda requiere la movilización de todos los sectores de la sociedad para llevar a cabo los cambios sustanciales necesarios para lograr sociedades más sostenibles, inclusivas y prósperas en el periodo propuesto de 15 años. Los 17 ODS están interrelacionados y los avances o estancamientos en un objetivo repercuten en los demás.

En el marco de la Agenda 2030, el ODS 5: igualdad de género, representa el objetivo específico de la igualdad de género. Además, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres se establece como uno de los tres valores universales que guían los ODS. Por lo tanto, la igualdad de género representa un componente integral para lograr un desarrollo inclusivo y sostenible.

La economía circular, que ha ganado cada vez más atención en la última década, propone un modelo económico profundamente diferente al cambiar de manera drástica los patrones actuales de producción y consumo, y promete ser un cambio de paradigma capaz de abordar una serie de problemas sistémicos1 En este sentido, el modelo circular puede considerarse un facilitador y una herramienta para alcanzar varios ODS.2 Para determinar cómo este modelo puede contribuir a ofrecer condiciones de mayor igualdad, la economía circular debe analizarse desde una perspectiva de género.

Hacia una economía circular más inclusiva en materia de género 

Una estructura social, económica y política con igualdad de género es una base necesaria para que la economía circular cree un modelo sostenible, integral y justo para ofrecer soluciones sistémicas. Reconocer el papel de los factores estructurales y comprender cómo influyen y, en cierta medida, condicionan los posibles resultados del cambio hacia una economía circular pone de relieve la necesidad de aplicar una perspectiva de género en las políticas públicas que guían y dan forma a la transición hacia la circularidad. Además de perpetuar las desigualdades (por ejemplo, las mujeres tienden a estar más expuestas a condiciones de trabajo insostenibles y a los riesgos relacionados con los residuos, entre otros), las políticas y los programas públicos que no integran la perspectiva de género y carecen de la transversalización de la perspectiva de género no tienen la capacidad de ofrecer soluciones realmente integrales.

Los estudios disponibles muestran que las mujeres están desproporcionadamente representadas en las actividades de bajo valor añadido, informales y de final de proceso de la economía circular, incluyendo el reciclaje, la reutilización y la gestión de residuos. En cambio, cuando se profundiza en actividades circulares de mayor valor añadido, como el ecodiseño industrial, el desarrollo de productos circulares y otras actividades que implican un mayor uso de tecnologías avanzadas, la participación de las mujeres es menos destacada. Esto, en parte, es el resultado de la baja participación de las mujeres en las actividades de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) debido a la socialización de género y a la división del trabajo en función del género. Por ejemplo, a nivel mundial, sólo un 30% aproximadamente de los estudiantes matriculados en campos relacionados con las STEM en la enseñanza superior son mujeres (la figura siguiente).3 Además, el sector de la energía y los servicios públicos, un sector clave en la transición a la circularidad, sigue estando abrumadoramente dominado por los hombres: las mujeres solo representan el 5% de los miembros de las juntas directivas, el 21% de los miembros no directivos y el 15% de los puestos de liderazgo de la alta dirección.4 Esto sugiere que la brecha de género también existe dentro de la economía circular y los sectores que sustentan esta transición. Por lo tanto, una transición justa e inclusiva hacia la circularidad exige una mayor participación de las mujeres en todo el espectro de la economía circular, y no solo en las actividades asociadas al sector informal y con bajos niveles de productividad y uso de la tecnología.

La educación de las niñas y las mujeres en todos los campos de estudio

Nota: Distribución de las mujeres matriculadas en la enseñanza superior por campo de estudio, media mundial.

Fuente: UNESCO (2017), Cracking the Code: La educación de las niñas y las mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). UNESCO: París.

 

Cerrar la brecha de género no solo es justo, sino que también ayuda a acelerar la transición a la economía circular. Según un estudio de 2020, “las empresas con una mayor diversidad de género en las juntas directicas entre 2013 y 2018 tenían un 60%, un 39% y un 46% más de probabilidades de reducir la intensidad del consumo de energía, las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso del agua, respectivamente, que las que no lo tenían".5 Esto indica que la subrepresentación de las mujeres podría, de hecho, obstaculizar el progreso de la economía circular y ralentizar la tan necesaria transición. Por lo tanto, el desarrollo de políticas que promuevan activamente la contratación, la promoción y la retención de mujeres en puestos de liderazgo. 

No obstante, es importante señalar que el nexo entre la economía circular y el género también se manifiesta fuera del ámbito tradicional de las actividades productivas, como en el ámbito doméstico y en las economías y espacios alternativos. Debido a la división tradicional y discriminatoria del trabajo en función del género, las mujeres han sido relegadas mayoritariamente al papel reproductivo y doméstico en el ámbito de la vida familiar y doméstica, mientras que los hombres suelen tener un papel más destacado en el ámbito público y productivo remunerado. La falta de remuneración del trabajo reproductivo (gestión del hogar, cuidado, limpieza y cocina, entre otros) ha obligado a las mujeres a realizar estas tareas de forma eficiente: minimizando los costes y maximizando el uso de los recursos a su disposición. Por ello, pasar la ropa y los juguetes de los hermanos mayores a los menores, reinventar y crear comidas con recursos escasos, cultivar sus propios alimentos o participar en otras formas de comercio como el reparto o el trueque con los vecinos, demuestra que históricamente las mujeres han participado en espacios económicos alternativos. No obstante, la contribución de las mujeres a las prácticas circulares y respetuosas con el medio ambiente no debería limitarse a las que resultan de una situación de discriminación y desventaja. Las mujeres deben tener un acceso igualitario a las oportunidades que les permitan actuar como líderes del cambio para la circularidad en todos los ámbitos y sectores.

Las barreras de género aún existen dentro de la economía circular, como los “techos de cristal” y “suelos pegajosos”, es decir obstáculos que impiden a las mujeres llegar a los más altos cargos y patrones de discriminación que mantienen a las mujeres en el último nivel de la escala de empleos, respectivamente. Esto plantea una serie de cuestiones fundamentales: ¿Por qué es necesario aplicar una perspectiva de género a la economía circular? ¿Qué implican los cambios significativos en los patrones de producción y consumo para las mujeres y los hombres? ¿Cómo podemos evitar que aumenten las disparidades de género en la transición hacia una economía circular? ¿Cómo podemos elaborar políticas que promuevan activamente la inclusión de las mujeres en todo tipo de actividades relacionadas con la economía circular? ¿Cómo podemos tener en cuenta las necesidades prácticas y estratégicas específicas de las mujeres en el contexto de esta transición? ¿Cómo podemos garantizar que las oportunidades que genera la transición a la economía circular sean igualmente accesibles y beneficiosas tanto para las mujeres como para los hombres? 

Más allá del discurso: ¿Se está incluyendo la dimensión de género en las estrategias de economía circular?

Para abordar las cuestiones urgentes planteadas anteriormente, exploramos si la dimensión de género está incluida en las estrategias y hojas de ruta de la economía circular de la región de América Latina: la Hoja de ruta para un Chile circular en 2040; la Estrategia Nacional de Economía Circular de Colombia; el Libro Blanco de la Economía Circular de Ecuador;  la Visión nacional hacia la gestión sostenible: Residuo Cero de México; el Plan Nacional de Acción de Economía Circular de Uruguay y el Plan de Acción de Economía Circular de la Unión Europea.

Encontramos una desconexión general entre el sector productivo y la igualdad de género en la formulación de políticas. Sólo tres de los documentos analizados mencionan explícitamente el género, y ninguno hace referencia a las políticas o estrategias de igualdad de género donde sería necesaria la incorporación de la perspectiva de género. El Libro Blanco de la Economía Circular para Ecuador afirma que el fortalecimiento de los empleos relacionados con la Economía Circular, la formalización de los recicladores informales y el apoyo técnico a las empresas circulares contribuyen directamente al ODS 56 La Visión Nacional de México hacia la gestión sostenible: Basura Cero propone "establecer mecanismos de coordinación y seguimiento para lograr la armonización y articulación con los programas y políticas relacionadas con la igualdad de género".7 Por último, la Hoja de Ruta para un Chile Circular en 2040 prevé un futuro en el que los cambios provocados por la transición "hayan sido el resultado de un trabajo colaborativo y participativo... considerando a los sectores más vulnerables y adoptando una perspectiva de género" y que "las oportunidades sean accesibles a los grupos marginados y que consideren la equidad e igualdad de género, asegurando la justicia del proceso de transformación"..8

En definitiva, los documentos que aluden a la dimensión de género parecen hacerlo sólo a nivel retórico, dado que no se articulan estrategias o planes de acción concretos para el logro de una mayor igualdad e inclusión de las mujeres.

La igualdad de género como base del desarrollo sostenible 

Al no adoptar una perspectiva de género en las políticas públicas relacionadas con la circularidad, corremos el riesgo de perpetuar, en lugar de desafiar, las desigualdades de género actuales relacionadas con la participación, el liderazgo y el acceso de las mujeres a las oportunidades y los beneficios que puede generar la economía circular. Además, la igualdad de género es un pilar central para lograr el desarrollo sostenible, que es el objetivo final de la economía circular. No incorporar una perspectiva de género y aprovechar todo el potencial de las mujeres como agentes de cambio en las estrategias de economía circular puede reforzar la discriminación y la posición de desventaja a la que se han enfrentado las mujeres históricamente. Para que la economía circular cambie los patrones de producción y consumo, debe hacerlo basándose en los principios de igualdad.

La elaboración de políticas en el ámbito de la economía circular debe tener en cuenta la perspectiva de género, lo que implica necesariamente una comprensión de los roles de género, la división tradicional y discriminatoria del trabajo por razón de género y las desigualdades que conforman nuestro sistema actual para construir activamente estrategias, medidas y herramientas que ayuden a cerrar las brechas y superar las barreras para garantizar una transición justa de la economía circular para todos y todas.

Los autores también desean agradecer a Alma Espino, Presidenta y Miembro de la Junta Directiva y Coordinadora de la Unidad de Desarrollo y Género del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (CIEDUR), por sus comentarios y su visión a lo largo del proceso de redacción de este artículo.

  • Manuel Albaladejo es Representante de la ONUDI para Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay.
  • Virginia Arribas es Investigadora de la Unidad de Desarrollo y Género del Centro Interdisciplinario de Estudios del Desarrollo (CIEDUR), Uruguay.  
  • Paula Mirazo es Asistente de Investigación en Transformación Económica e Industrialización en la Oficina Regional de la ONUDI en Uruguay.

Descargo de responsabilidad: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores, basadas en su experiencia y en investigaciones previas, y no reflejan necesariamente las opiniones de la ONUDI (leer más).

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