Para muchos observadores, las empresas multinacionales parecen tener una influencia considerable. Las sofisticadas cadenas globales de valor atraviesan el planeta y tienen un impacto en numerosos sectores de la actividad económica, el medio ambiente y los mercados laborales. Por ello, los gobiernos y la sociedad civil han pedido a las empresas internacionales que contribuyan de forma más significativa al avance del desarrollo sostenible y a la lucha contra el cambio climático.
Algunas de estas solicitudes están motivadas por preocupaciones sobre la conducta empresarial, otras por consideraciones más prácticas: los gobiernos han dejado constancia de que no pueden financiar y cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sin la participación del sector privado. La inversión extranjera directa (IED) es una importante fuente de capital para muchas economías, por lo que se plantea la cuestión de si la IED es un canal viable para promover la consecución de los ODS y para mitigar el cambio climático.
Las entradas de IED ya habían perdido impulso mucho antes del estallido de la pandemia
Las realidades sobre el terreno son escabrosas, como evidenciamos en el 27° Informe de Global Trade Alert. El descenso de las salidas de IED es alarmante: la IED, que en su día fue un sello distintivo de la globalización, lleva bastante tiempo sufriendo, y se ve agravada por la actual pandemia. Incluso antes de la caída del 42% de la IED registrada el año pasado, las entradas anuales de IED cuidadosamente referenciadas han ido disminuyendo desde la crisis financiera mundial. Además, las nuevas inversiones en países en desarrollo se vieron especialmente afectadas el año pasado, cayendo un 56% interanual en el cuarto trimestre de 2020.Como resultado de las repercusiones económicas de la COVID-19, los nuevos flujos de IED han retrocedido a niveles no vistos en 25 años.
El hecho de que las aprobaciones de proyectos de IED quedaran en pausa el año pasado es comprensible. El hecho de que las entradas de IED no crecieran en consonancia con el gasto de capital global del sector privado incluso antes de la pandemia debería ser motivo de preocupación. Si la contribución de la IED al desarrollo sostenible y a la lucha contra el cambio climático es cada vez menor, entonces la contribución del sector privado a estos apremiantes retos mundiales debe estar en otra parte.
¿Sigue siendo rentable la IED en los mercados emergentes?
Las dudas sobre la viabilidad de los nuevos flujos de IED hacia los países en desarrollo son cada vez mayores. Utilizando los datos de la UNCTAD (basados en fuentes de la balanza de pagos) y de Estados Unidos, comprobamos que hay tres puntos.
En primer lugar, a nivel mundial, el rendimiento medio de la IED ha disminuido durante la última década. El rendimiento medio de la IED disminuyó más en los países en desarrollo que en los países de ingreso alto. En segundo lugar, con la excepción de Oriente Medio, las multinacionales estadounidenses han obtenido, a lo sumo, escasos rendimientos adicionales de la IED en los países en desarrollo desde 2015, en comparación con las inversiones en economías de la Unión Europea menos arriesgadas.
En tercer lugar, los retornos de la IED estadounidense en servicios educativos son tan bajos que se necesitarían 40 años para recuperar sus desembolsos. El periodo de recuperación de las inversiones en sanidad y telecomunicaciones es aún peor, con más de 90 años (figura siguiente). Los mayores rendimientos de la inversión se registraron en el sector manufacturero, mientras que los rendimientos de los sectores de extracción de petróleo y gas, y de la minería fueron muy bajos.
La caída de los rendimientos de la IED es el canario en la mina de carbón, ya que pone en duda la viabilidad comercial de establecerse en los países en desarrollo y mantener sus operaciones en ellos. Las empresas no son organizaciones benéficas: en ausencia de subvenciones u otros incentivos financieros estatales, los rendimientos de la IED deben superar, como mínimo, el costo de capital de las empresas. Sin embargo, durante la última década, los rendimientos de la IED han sido bajos en comparación con los estándares históricos (en parte debido a la flexibilización cuantitativa de los bancos centrales), pero es poco probable que sean lo suficientemente bajos como para justificar una inversión con periodos de amortización de décadas.
Para visualizar mejor el efecto de los bajos rendimientos financieros sobre la IED, considere lo siguiente: teniendo en cuenta que el capital tiende a depreciarse algo menos del 4% anual en los países en desarrollo,1 se necesitan nuevas entradas de IED de al menos 440.000 millones de dólares estadounidenses al año solo para mantener el stock actual de IED invertido en ellos. La cuestión de si las empresas internacionales están preparadas para desplegar esas enormes sumas, dado el actual entorno empresarial y la combinación de políticas, es una pregunta abierta y rara vez planteada.
Identificar los cambios políticos que benefician a todos
Es necesario reajustar los debates sobre la contribución de las empresas internacionales a los apremiantes retos mundiales. La IED no puede hacer una contribución significativa al desarrollo sostenible y a la lucha contra el cambio climático a menos que se pueda movilizar suficiente IED en primer lugar. Las deliberaciones sobre la calidad de la IED y la conducta empresarial son importantes, pero la cantidad de IED también importa.
Los responsables políticos deberían revisar los argumentos comerciales para elegir la IED en lugar de otros proyectos empresariales o devolver el dinero a los accionistas. La aplicación de los tres pasos siguientes mejorará las perspectivas comerciales de la IED en los sectores sensibles al desarrollo.
En primer lugar, una vez determinado por qué los rendimientos de la IED son tan bajos en un determinado país en desarrollo o por qué dichos rendimientos están disminuyendo, el diálogo entre el Banco Mundial, los bancos regionales de desarrollo y el gobierno anfitrión debería identificar qué políticas y prácticas corporativas deben cambiarse y qué tipo de apoyo técnico se requiere para efectuar dicho cambio. En segundo lugar, los gobiernos de los países en desarrollo deberían orientar el apoyo financiero estatal a la IED hacia los sectores prioritarios en los que es probable que los beneficios del desarrollo sostenible sean mayores. Esto se aplica a los incentivos financieros tanto para la salida como para la entrada de IED. En tercer lugar, los gobiernos deberían "reducir el riesgo" de la IED mediante la revisión exhaustiva y la evaluación comparativa de la política reguladora y las prácticas de aplicación existentes. Debe prestarse especial atención a la aplicación de las políticas de selección de la IED recientemente aprobadas.
Con más de 11 billones de dólares invertidos en los países en desarrollo, tanto las empresas internacionales como los gobiernos tienen un enorme interés en reactivar la IED y el crecimiento y la prosperidad que puede aportar. Hasta la fecha, gran parte de la responsabilidad ha recaído en las empresas internacionales. Los defensores del desarrollo sostenible, por ejemplo, piden al sector privado que se "alinee" con las transformaciones globales y sociales necesarias para alcanzar los ODS.
Los defensores de los ODS y los responsables políticos deben reflexionar y actuar sobre por qué los rendimientos de la IED en sectores clave son tan bajos y por qué solo han atraído un goteo de entradas de IED. Una mayor contribución de las empresas al desarrollo sostenible debe complementarse con reformas políticas que restablezcan la viabilidad de la IED en los países en desarrollo, un mecanismo de probada eficacia para transferir conocimientos de gestión, personal, capital y tecnología.
El debate sobre lo que las empresas internacionales pueden aportar de forma realista debe reajustarse urgentemente, especialmente si no se invierte el deterioro del tratamiento político de la IED. Debemos redescubrir la mentalidad que busca beneficios para todos, que fue lo que impulsó las contribuciones de la IED al desarrollo de la sociedad en primer lugar.
Descargo de responsabilidad: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores, basadas en su experiencia y en investigaciones previas, y no reflejan necesariamente las opiniones de la ONUDI (leer más).