Nos encontramos al borde de una nueva revolución tecnológica que podría consolidar o agravar aún más la gran brecha entre países, la cual se manifestó tras la Primera Revolución Industrial. Solo un puñado de países produce las tecnologías que impulsan esta nueva revolución pero todos los países se verán afectados por ella. Sin embargo, prácticamente ningún país está bien preparado para afrontar las consecuencias de la Cuarta Revolución Industrial. A medida que llegamos a esta encrucijada crítica, se necesita más que nunca un liderazgo holístico que garantice unos resultados y un impacto de la nueva ola tecnológica favorables al desarrollo.
El reciente Informe sobre Tecnología e Innovación 2021 de la UNCTAD afirma que la desigualdad de ingresos en el mundo antes de la Primera Revolución Industrial era mínima (siguiente figura). Desde entonces, cada ola de cambio tecnológico ha profundizado aún más la desigualdad entre los países. En 2018, la diferencia media de ingresos per cápita entre los países desarrollados y los países en desarrollo era de 40.749 dólares.1
No cabe duda de que se han producido avances significativos en general y no solo en los países desarrollados. La gente vive más tiempo y con mejor salud, el nivel educativo ha aumentado y el acceso al agua potable, el saneamiento y la electricidad ha mejorado. Sin embargo, continúa la pobreza y las enormes desigualdades entre los países en términos de ingresos, educación, salud, etc. En 1820, en los primeros días de la Primera Revolución Industrial, la desigualdad de ingresos a nivel mundial era una división de clases limitada al interior de los países, mientras que hoy depende del lugar de nacimiento del individuo2.
No hay un consenso sobre cómo interpretar la dinámica de la desigualdad económica. Numerosos factores afectan a la desigualdad: la guerra, el comercio, la globalización y las pandemias como la COVID-19. Las revoluciones tecnológicas también tienen un impacto en la desigualdad. Según Carlota Pérez3, estas revoluciones constan de dos etapas.
La primera etapa supone la instalación de un nuevo paradigma tecnológico, el cual se inicia en unos pocos sectores (y lugares) en el núcleo de la ola tecnológica, como por ejemplo, el sector tecnológico de Silicon Valley durante la instalación de la Era de las TIC. En esta etapa, existe la posibilidad de que aumente la desigualdad de ingresos entre los trabajadores de estas industrias centrales del nuevo paradigma, incluidas las finanzas, y el resto. En particular, el sector financiero provoca expectativas "irracionales" de beneficios en los sectores de las nuevas tecnologías y puede desvincularse de la economía real en su búsqueda de ganancias cada vez mayores.
La segunda etapa es el despliegue de las nuevas tecnologías que tiende a ser desigual. No todo el mundo tiene acceso inmediato a los beneficios del progreso. Este puede ser un tiempo de descontento social cuando la gente se da cuenta de que las promesas de progreso social a través de las nuevas tecnologías dejaron atrás a mucha gente. También termina en un periodo de fusión y concentración de poder en unas pocas empresas en el núcleo del paradigma, lo que da lugar a grandes fortunas en manos de unos pocos. Asimismo, las revoluciones tecnológicas llegan a los países en desarrollo con un retraso asimétrico, y a veces solo introducen cambios en las infraestructuras (por ejemplo, Internet y la telefonía móvil) y en los patrones de consumo (por ejemplo, el comercio electrónico), pero no cambios en las estructuras de producción, con lo que aumentan las diferencias tecnológicas y de ingresos entre los países desarrollados y en desarrollo.
El mundo parece haber entrado en la fase de despliegue de la "Era de las TIC", mientras que la etapa de instalación de un nuevo paradigma tecnológico construido sobre las tecnologías de vanguardia4 e Industria 4.0 ya está en marcha. El despliegue de las TIC ha dado lugar a una inmensa concentración de riqueza en los propietarios de las principales plataformas digitales, y la pandemia de la COVID-19 ha acentuado aún más la brecha digital existente dentro de los países y entre ellos. ¿Cómo influirá este nuevo paradigma en las desigualdades existentes entre países?
Preparación de la tecnología de vanguardia
Solo unos pocos países inventan y producen actualmente tecnologías de vanguardia, sin embargo, todos los países tendrán que prepararse para adoptarlas. El Informe sobre Tecnología e Innovación 2021 de la UNCTAD introduce un índice de preparación para evaluar las capacidades nacionales para utilizar, implementar y adaptar equitativamente estas tecnologías. El índice comprende cinco componentes: (i) despliegue de las TIC, (ii) competencias, (iii) actividad de I+D, (iv) actividad industrial y (v) acceso a financiación. Los tres primeros componentes coinciden con las capacidades tecnológicas nacionales identificadas por Sanjaya Lall.5 La actividad industrial está relacionada con la hipótesis de que el desarrollo de las capacidades tecnológicas depende de la trayectoria basada en la investigación sobre la complejidad económica.6 Por lo tanto, el patrón actual de actividad industrial de un país podría informar sobre su probabilidad de implementar tecnologías de vanguardia. El acceso a la financiación se considera un componente para la innovación, basándose en una visión schumpeteriana del nexo entre financiación e innovación.
El índice de preparación muestra que las economías mejor preparadas para un despliegue equitativo de las tecnologías de vanguardia son en los países de América del Norte y Europa, mientras que los países menos preparados se encuentran en África subsahariana (siguiente figura).
Evidentemente, hay muchos valores atípicos, es decir, países que obtienen mejores resultados de lo que sugiere su PIB per cápita. Por ejemplo, la India es el país que obtiene mejores resultados en el índice de preparación, situándose 65 puestos por encima de lo que se esperaba, seguido de Filipinas, que se sitúa 57 puestos por encima de lo esperado. Los países que superan a los demás han promovido e invertido en innovación y aprendizaje tecnológico a través de la I+D nacional. También han tenido más éxito en la diversificación de sus economías lo que ha creado oportunidades para la innovación y el despliegue de nuevas tecnologías.
Desafíos para los países en desarrollo
Los países en desarrollo se enfrentan a dos grandes retos. El primero es que las olas de cambio tecnológico implican tecnologías digitales. Para apoyar la innovación y la iniciativa empresarial en este ámbito, es necesario abordar la brecha digital, que es más amplia en los países en desarrollo. En 2019, alrededor del 83% de los europeos eran usuarios de Internet, mientras que solo el 29% de la población en África y el 19% de los países menos desarrollados utilizaban Internet.7
El segundo reto al que se enfrentan los países en desarrollo es que las grandes olas de cambio tecnológico se comportan como olas "reales". Es decir, que comienzan en uno o dos de los países más avanzados tecnológicamente para luego extenderse por todo el mundo: inicialmente, a otras economías avanzadas, luego envolviendo sectores industriales más complejos en las economías emergentes y, con el tiempo, las olas se desplazan hacia las economías más periféricas. Las estructuras de producción de los países en desarrollo menos diversificados están muy alejadas de las industrias clave que sustentan el nuevo paradigma tecnológico (por ejemplo, los computadores y los productos digitales), y estos países tardarán más tiempo en desplegar las nuevas tecnologías en su base de producción si no diversifican sus economías. De hecho, según el índice de la UNCTAD, un mayor nivel de diversificación económica está asociado a una mayor disposición a utilizar, implementar y adaptar las tecnologías de vanguardia (siguiente figura). Por lo tanto, promover la diversificación podría facilitar el despliegue de las nuevas tecnologías que las olas están arrastrando.
Implicaciones para el desarrollo industrial
Tal y como subraya el Informe sobre Tecnología e Innovación 2021 de la UNCTAD, los países en desarrollo deben adoptar tecnologías de vanguardia al mismo tiempo que continúan diversificando su base de producción mediante el dominio de las tecnologías existentes. De lo contrario, corren el riesgo de quedarse atrás. La eficacia de este enfoque depende del nivel de desarrollo económico del país y de su estructura económica. En la práctica, los países en desarrollo deberían centrarse en objetivos de políticas que reflejen mejor su base de producción instalada y la madurez de las tecnologías que utilizan. Por ejemplo, los países menos diversificados deberían centrarse más en la diversificación de su economía, en el aprendizaje tecnológico y en el dominio de las tecnologías utilizadas en los sectores industriales que el país pretende promover en términos de creación de empleo y de valor añadido. Otros países en desarrollo tendrán que realizar un acto de equilibrio, continuando con la diversificación de su economía y abordando al mismo tiempo los impactos potencialmente negativos sobre el empleo que probablemente tenga la implementación de las nuevas tecnologías que se promueven para la estructura de producción del país.
Para que los países en desarrollo se beneficien de las tecnologías de vanguardia, deberán actuar teniendo en cuenta las siguientes consideraciones.
Los países en desarrollo deben tomar más medidas para reforzar la eficacia de sus sistemas de innovación, que suelen ser más débiles y propensos a fallos sistémicos y deficiencias estructurales que los de los países desarrollados. Para ser eficaces, las políticas de ciencia, tecnología e innovación (CTI) deben crear sinergias con otras políticas económicas (industriales, fiscales y educativas) e implicar a una amplia gama de actores.
Es fundamental alinear la CTI con las políticas industriales. La transferencia y difusión de nuevas tecnologías en las industrias de producción tradicionales acelera la transformación estructural y la modernización industrial. Además, los países deberían tratar de insertar sus empresas en las nuevas industrias que se encuentran en la vanguardia del desarrollo tecnológico, ya que tienen un gran potencial para aumentar rápidamente la productividad del trabajo.
La capacidad de implementar y adaptar las tecnologías de vanguardia en la base productiva existente de un país es otra área clave en la que deben centrarse los encargados de formular políticas. Esto no puede lograrse sin educación, formación y sin el desarrollo de habilidades y competencias digitales. Estas competencias varían según los sectores, los países y el desarrollo industrial. Las competencias técnicas y genéricas básicas son necesarias sobre todo en los países en los que el desarrollo tecnológico se encuentra en una fase inicial. Dado que la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (CTIM) están impulsando el rápido cambio tecnológico, los gobiernos deberían facilitar el acceso de las mujeres a la tecnología, la participación en el establecimiento de prioridades, las decisiones políticas y la elaboración de programas de investigación y desarrollo.
En el contexto de las tecnologías de vanguardia, la infraestructura (en particular la digitalización y la conectividad) es un elemento clave de un entorno favorable. Los países en desarrollo deben construir sus infraestructuras haciendo hincapié en proporcionar un acceso fiable a la electricidad y la conectividad, garantizar un acceso asequible a las tecnologías de la información y la comunicación, y superar las brechas de género, generacional y digital.
Descargo de responsabilidad: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores, basadas en su experiencia y en investigaciones previas, y no reflejan necesariamente las opiniones de la ONUDI (leer más).