La historia ha demostrado que la coordinación, la cooperación y la movilización del progreso científico y tecnológico, combinadas con una fuerte capacidad de manufactura, son fundamentales para afrontar retos complejos. En julio de 1945, Vannevar Bush, Director de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo de Estados Unidos, entregó al entonces Presidente Truman un informe sobre la importante contribución de la ciencia a la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.1 El informe elogiaba a "muchas de nuestras científicas y científicos [que] han estado luchando en la guerra en los laboratorios, en las fábricas y en los talleres", y reconocía enfáticamente el progreso científico como una clave esencial para la seguridad de una nación, la mejora de la salud, el empleo, para un mayor nivel de vida y el progreso cultural. Las recomendaciones de Bush al gobierno de los Estados Unidos resultaron, entre otras cosas, en la creación de la Fundación Nacional de Ciencias, al tiempo que sentaban las bases para un enfoque nacional más estructurado de la ciencia, el desarrollo tecnológico y la coordinación entre los actores del sistema de la ciencia y tecnología. Lo más importante es que el informe de Bush se convirtió en el pilar de la política científica moderna, y sigue influyendo en la gobernanza de la investigación científica en la actualidad.2
Mientras el mundo moderno se esfuerza por hacer frente al brote de la COVID-19, la ciencia, tecnología e innovación (CTI) vuelven a las trincheras, ayudándonos a comprender la biología del virus, informando de las estrategias para contenerlo y aportando posibles soluciones para hacer frente a los impactos potencialmente perniciosos del virus sobre la salud, la sociedad y la economía. La manufactura también desempeña un papel importante, tanto como fuente de soluciones a la pandemia y por ser un sector que sufrirá grandes retrocesos en cuanto a nivel de actividad y pérdida de puestos de trabajo.
Revisar algunos de los principios básicos de Bush parece útil para guiar nuestras reflexiones sobre cómo países en desarrollo pueden orientar su respuesta a la COVID-19 con vistas a la recuperación y la resiliencia a largo plazo. Cuatro aspectos son especialmente relevantes en este contexto, a saber (1) la CTI contribuye a abordar los retos sanitarios; (2) la CTI sustenta el desarrollo de nuevos productos, nuevas industrias y puestos de trabajo; (3) los sistemas dinámicos de CTI implican una colaboración y coordinación sólidas y eficaces entre los actores del sistema; y (4) un sistema de CTI que funcione bien requiere un apoyo activo de las políticas públicas.
En primer lugar, está la cuestión de la salud
Bush destaca el progreso científico como motor de la buena salud durante acontecimientos extremos como las guerras o, como ocurre actualmente, los brotes de enfermedades. Santiago et al. (2020) exploran diferentes formas en que la CTI contribuye a la gestión de la emergencia sanitaria. Asimismo, Bush reconoce la contribución de la investigación para abordar los problemas estructurales de salud. La COVID-19 perjudica a países que llevan mucho tiempo invirtiendo en su sistema sanitario y agrava aún más la pobreza y las desigualdades. A medida que los países comienzan a reabrir sus economías, sus planes de recuperación a medio y largo plazo deberían prestar mayor atención a los retos de organización industrial asociados a la salud pública, más allá de las respuestas inmediatas a las enfermedades emergentes. Son necesarias soluciones innovadoras y un rediseño de los marcos reguladores de la cadena de suministro a nivel mundial para mejorar la resiliencia y transformar los retos sanitarios en oportunidades de desarrollo industrial a largo plazo, especialmente en países en desarrollo.3
El progreso económico es más que ciencia
El mundo ha cambiado considerablemente desde la publicación de las conclusiones de Bush. Por un lado, nuestra comprensión de la relación entre el desarrollo social y económico y la CTI ha evolucionado. La contribución fundamental de la CTI al programa mundial de desarrollo sigue siendo firme.4 Las nociones modernas de CTI reconocen la naturaleza interrelacionada de estas actividades y sus distintas lógicas de funcionamiento en términos de creación, movilización y uso del conocimiento. La innovación, en particular, implica la creación de capacidades y la interacción de múltiples partes interesadas. En condiciones adecuadas, esto contribuye a la generación de nuevos productos, nuevas industrias y la creación de puestos de trabajo adicionales. La manufactura sigue siendo el centro de la innovación.
Una de las lecciones que nos ha dado la pandemia es que debemos identificar e invertir en sectores estratégicos para salvaguardar la soberanía en tiempos de interrupciones temporales de las cadenas globales de valor. Los gobiernos, tanto de países desarrollados como en desarrollo, han puesto en marcha medidas de apoyo a las industrias para que reorienten y cambien sus actividades productivas hacia la fabricación de mascarillas, ventiladores, equipos de prueba, desinfectantes para manos y otros productos esenciales para hacer frente a la COVID-19. Sin embargo, esto solo es posible si las empresas poseen un cierto nivel de capacidades de producción e innovación, lo que a su vez presupone inversiones acumuladas en el desarrollo de capacidades de CTI en diferentes niveles.
Colaboración y cooperación
Bush hace hincapié en la necesidad de cooperación y coordinación entre los científicos civiles y los militares. La actual pandemia de la COVID-19 destaca la necesidad de una fuerte coordinación y cooperación entre sectores no solo dentro de los países, sino también entre ellos. Por ejemplo, a pesar de las crecientes tensiones comerciales y diplomáticas entre Estados Unidos y China, un estudio realizado por Dataverz para Axios, una empresa emergente de análisis de datos de Copenhague, concluye que casi 407 artículos publicados solo este año han sido redactados conjuntamente por investigadores de instituciones estadounidenses y chinas. Esto representa alrededor del 5,2% de aproximadamente 7.770 estudios publicados por investigadores de ambos países.5 El análisis incluyó en su mayor parte artículos prepublicados en 2020. En la actualidad, los científicos colaboran para probar los tratamientos y candidatos a fármacos para la COVID-19, en el desarrollo de vacunas y en el intento de descubrir el origen y la propagación del SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19.
Los países de América Latina están movilizando las capacidades científicas y tecnológicas nacionales para hacer frente a la COVID-19 aprovechando las interacciones entre las distintas partes interesadas. Estas experiencias deberían advertir sobre las intervenciones necesarias para fomentar una mayor interactividad y los esfuerzos de CTI para combatir otras enfermedades prevalentes como el dengue o el sarampión. Sobre todo, las experiencias realizadas en el ámbito de la salud y las ciencias biológicas deberían repetirse en otros ámbitos estratégicos en los que la innovación industrial y las interacciones entre la industria y el mundo académico pueden desempeñar un papel decisivo, por ejemplo, en la seguridad alimentaria, la sostenibilidad energética y la degradación del medio ambiente.
Las políticas públicas son necesarias para que la CTI contribuya al desarrollo
El periodo de posguerra fue testigo de la creación de organizaciones especializadas para promover la ciencia y la tecnología, como la UNESCO, así como también varias estructuras especializadas en política científica en gran parte del mundo en desarrollo.6 ¿El resultado? Una mayor atención política y una infusión más sistemática de recursos para la ciencia y la tecnología y las infraestructuras relacionadas en países en desarrollo.7 Los programas de CTI a largo plazo requieren un flujo de recursos suficiente y estable. Lamentablemente, el compromiso de fomentar la CTI, captado por el gasto global en I+D en relación con el PIB, y de utilizarla como motor de la industrialización flaquea en la mayoría de países en desarrollo. El apoyo de los donantes debería complementar, y no sustituir, las inversiones nacionales en I+D (sobre todo por parte de la industria), el desarrollo de los recursos humanos y el refuerzo de las infraestructuras y la gobernanza de los sistemas de innovación en diferentes niveles.
Si bien la pandemia puede haber dado lugar a nuevos y a veces peligrosos desafíos para el estado de los asuntos socioeconómicos mundiales, también ha abierto nuevas oportunidades políticas para corregir los enfoques nacionales y transnacionales de la CTI y la colaboración y coordinación dentro del sistema de CTI. Aunque la inclusividad y la sostenibilidad han ocupado un lugar destacado en la agenda internacional durante años, estos conceptos abstractos suelen ser difíciles de aplicar para muchos países en desarrollo.8 La pandemia de la COVID-19 ha evidenciado que la práctica orienta a las políticas, y no al revés, en lo que respecta en concretar estos dos enfoques de desarrollo. Varias empresas han dado un giro en medio de la pandemia y han implementado modelos de negocio inclusivos y sostenibles como medio de apoyo a las comunidades locales e internacionales, y ahora están produciendo bienes esenciales necesarios para hacer frente a la COVID-19. Por ejemplo, Tesla y LVMH suelen ofrecer productos muy exclusivos, pero en medio de la crisis actual han demostrado la capacidad y voluntad de promover el mandato de inclusión y sostenibilidad. La formulación de políticas podría aprovechar la flexibilidad social y empresarial de las empresas ricas en recursos para salir de la crisis COVID-19.
Sin embargo, debemos reconocer el hecho de que la distribución de los retos y las oportunidades entre los países es todo menos uniforme. La divergencia es evidente si se considera la participación de las empresas, en particular las pequeñas y medianas, en la Cuarta Revolución Industrial (4RI). El gráfico siguiente muestra el alto nivel de heterogeneidad que caracteriza la implementación de las diferentes generaciones de tecnologías digitales entre los países, con niveles significativamente más bajos entre las empresas de países de renta baja y media. Además, la capacidad de producir el núcleo de la 4RI sigue estando muy concentrada en un puñado de países y empresas de todo el mundo.9
La diversificación productiva a través de la CTI debe tener como objetivo aumentar la resiliencia y reducir la exposición a los impactos externos. Por ejemplo, la pandemia ha golpeado a la industria de la confección que es el sustento manufacturero de varios países en desarrollo desde África hasta Asia, y concentra considerables esfuerzos en la acumulación de capacidades industriales para mejorar y entrar en las cadenas globales de valor de la confección. Las instituciones centradas en el sector de la confección pueden no saber qué hacer con su muy especializado conjunto de capacidades y habilidades, y cómo readaptarlas. Los gobiernos también pueden verse obligados a reabrir las fábricas de ropa demasiado pronto, poniendo en peligro a los trabajadores. Actualmente están ocurriendo debates similares en la industria automovilística de México.
Mientras los países comienzan a reajustar sus políticas de CTI para cumplir con la marca de la gestión sanitaria y el desarrollo industrial en un mundo posterior a la COVID-19, debemos seguir fomentando el debate sobre la revisión de las hojas de ruta existentes para la creación de capacidades en países en desarrollo, y atender a sus necesidades y retos diferenciados.
El actual brote de COVID-19 nos recuerda que debemos estar preparados para responder a situaciones complejas y emergencias. Aunque la capacidad de responder con prontitud depende de las capacidades de CTI de los países, que éstos deben desarrollar desde dentro, los gobiernos deben fomentar la inversión en las habilidades de la población joven para que puedan acumular, transformar y mejorar sus conocimientos. Esto puede lograrse creando una sólida infraestructura de investigación, facilitandoo financiación e incentivos suficientes y estableciendo marcos en los que se pueda llevar a cabo la CTI. El momento es ahora o nunca. Las inversiones activas y estratégicas en las capacidades de CTI también deberían estar vinculadas al desarrollo de industrias estratégicas definidas de acuerdo con los apremiantes desafíos del desarrollo. Las políticas para potenciar la colaboración y las asociaciones entre sectores en el mundo posterior a la COVID-19 deben formar parte de las estrategias centrales de un país para poner el conocimiento en uso productivo.
Descargo de responsabilidad: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores, basadas en su experiencia y en investigaciones previas, y no reflejan necesariamente las opiniones de la ONUDI (leer más).